28 de octubre de 2010

The Night We Were Lost



When my family thinks
that I'm safe in my bed
From night until morning
I am stretched at your head
Calling out the air
With tears hot and wild
My grief for the boy
that I love as a child





23 de octubre de 2010

El Último Sueño - Cuento corto

Me miro al espejo y sonrío levemente. Acaricio mi cabello y miro como se apagan mis ojos. La llama inquieta de la vela le da expresividad a mis ojos muertos. Muchas veces me había quedado contemplando mi rostro, mis facciones. Tratando de descubrir el alma escondida tras esa blanca piel. Quieriendo leer mis propios ojos, que son todo un misterio aún para mi. Sin embargo, hay personas que me leen como un libro abierto. ¿Es solamente un juego muy irónico o me estoy escondiendo de mi misma?

Un pétalo que cae en un río caudaloso.
Me aferro a la orilla tratando de alcanzar el pétalo perdido.
Grito de frustración mientras mi impotencia gana terreno.
Escondo la cabeza entre los brazos y lanzo un gemido ahogado.
Una fría lágrima cae y veo el pétalo alejarse.
Blanco y brillante, se pierde en la lejanía.
El caudal no la hunde.
Flota gloriosa sobre la furia de la naturales.

Suspiro y la llama bailotea. La oscuridad circundante es cálida y me recuerda al vientre materno. No soy consciente del mismo, pero la piel recuerda y mi cuerpo se estremece recordando esa sensación única, que nunca en la vida volveré a sentir. Mi mirada se pierde y recuerdo. Una imagen fugaz se presenta. Una sonrisa se furtiva gana terreno en mi rostro. La calidez del exterior se traslado a mi interior y me abrazo a mi misma tratando de retener esa sensación, de cautivar esa calidez, que al final se escapa, que al final me abandona y me sonríe burlona de lejos, como diciéndome: "Me tendrás, pero nunca permanentemente. Te acompañaré pero no quieras dominarme. Yo vendré cuando pueda. O quiera".

Sigo en la orilla.
La noción del tiempo se me ha escapado entre las manos.
¿O simplemente la dejé ir?
Miro distraída al horizonte,
el sol comienza a caer y tiñe el cielo de colores maravilloso.
Las nubes se transforman en lienzos para mis ojos.
Todo podría parecer calmo y perfecto.
Pero arrecia un viento de tormenta.
Miro a todas direcciones, no veo nubarrones.
Me confío y vuelvo a pensar en el pétalo perdido.
Suspiro.

Las horas no pasan. Me levanto para estirar las piernas y paseo por mi habitación. Debería salir, debería dejar ese agujero, tendría que ir a divertirme y borrar de mi mente los recuerdos al menos por un segundo, tratar de eclipsarlos con diversiones esporádicas. Pero salir afuera me asfixia. Observo la luna desde mi ventana. Llegará el momento que vuelva a bañarme con su luz. Parpadeo un momento y me acerco a la vela de nuevo. De pronto me llama la atención la música (que por momentos se convertía en un fondo sin forma en mi pequeño teatro), mis oídos parecen arder, la llama de la vela crece, inunda todo con su luz, siento la calidez en mi piel...

Ha caído la noche.
Me percato de que mis ojos están cerrados.
Quizá estuviera hundida en ese delirante mundo de ensueños.
Siento mi cabello mecerse con el viento
como el vestido de una virgen que pasea un día de tormenta.
Recuerdo una vez más el pétalo y mi desesperación.
La ansiedad renace,
nuevamente me mortifico absurdamente.
Perdida en mi misma, 
de pronto siento una caricia en la espalda.
De mi boca se escapa un suspiro.
Sonrío.

La habitación se transforma y mi corazón se acompasa al ritmo de la música. Apareces ante mi tan claro como la primera vez que te vi. Tan sólido y cálido como la primera vez que te toqué. Tan fuerte como la primera vez que me abrazaste. Apasionado así como la primera vez que me hiciste tuya. Sonríes y me ofreces tu mano. No puedo evitar sentir mi corazón rebosar de alegría. Tu sonrisa es lo más hermoso que me puedes regalar. Olvido la calidez de la oscuridad y me hundo en la luz que se expande. Pero es una luz cándida y discreta, que no eclipsa nuestra vista. Todos los detalles desaparecen y nos perdemos en el otro. Bailamos, la música se hace una con nosotros. Una palabra lo describe todo. Perfecto.

La distracción se transforma en un narcótico absoluto.
El tiempo ya no está,
ahora el espacio se ha perdido también.
El sonido del río llega a mi lejano.
Y siento que me envuelven unos brazos fuertes.
Esa piel cálida hace contacto con la mía
y me estremezco.
De pronto mis labios están prisioneros.
Y en mi delirio,
veo el pétalo blanco.
Brilla de manera hermosa e increíble.
Mi corazón palpita,
me dejo llevar...
Y escucho entonces un trueno.
Mi cuerpo tiembla y caigo en sobre la arena. 
Abro los ojos y solo veo el cielo estrellado,
que pronto es cubierto por nubarrones de tormenta.

Bailamos un rato más, siento cálidas lágrimas recorrer mi mejilla. Me miras complaciente y secas mis lágrimas con un beso. Pero te miro a los ojos y veo un escudo de nuevo. Lejanía, distancia, dolor. De pronto la calidez aumenta y comienzo a sentir que mi piel se quema. Te miro sin entender lo que ocurre. Entonces tu imagen se desvanece y no puedo ocultar mi mueca de confusión. Veo las llamas extenderse por mi habitación, el fuego que traga todo a su paso, la madera crujir y mis sábanas crepitar. Llegó a lanzar un grito ahogado mientras el calor me consume y el fuego me abraza con sus brazos ligeros y potentes. Mis lágrimas se resecan y ya no siento dolor. Abro los ojos, que me duelen, y veo una imagen en medio de la habitación. Un pétalo blanco brilla y se mantiene inerte ante las llamas. Arrastro mi cuerpo hasta ella. Sonrío emocionada cuando la toco, cuando la acaricio. La tomo y la estrecho contra mi pecho. No es el mismo, pero calza a la perfección sobre mi piel.


Ese pedacito de corazón tuyo que me pertenece. El recuerdo de ese trocito de mi corazón que te pertenece.

16 de octubre de 2010

Espejos rotos - Cuento corto



Ella lo sabía. Sin saberlo.

Se colocó su bata aterciopelada, que acariciaba su piel como los dedos tímidos de un amante nuevo. El color escarlata quería revelar su pasión, pero su rostro aniñado era un contradictorio quejido que confundía, despistaba a la presa. Su boca de carnosos labios y atractivo color dibujaba una pequeña sonrisa en su rostro que acentuaba sus rasgos aniñados. Sus grandes ojos marrones brillaban. Brillaban aún con esa tierna inocencia propia de las criaturas. Con esa ingenuidad absurda propia de los tontos.

Sus manos de delicada piel blanca jugaban con su sedoso cabello rizado, largo y brillante. Toda ella era una invitación a la perversión, con sus maneras delicadas pero llenas de seguridad, con su pose seductora y su expresión inocente, al sonreír, al hablar, al moverse. Era la encarnación del deseo de pervertir lo más puro, de llevar hacer conocer el éxtasis a una mente que nunca antes experimentó esa sensación.

Caminó lenta e insinuante hacia la ventana, como una felina en caza. Contempló la noche a través de los pesados cortinajes. Esa noche lejana y engañosa, con ese disco plateado coronando todo. La fresca brisa nocturna se introducía furtiva entre los pliegues de su bata. El escalofrío le recorrió la espalda y lanzó un sonoro suspiro. Al momento en que cerraba los ojos unas manos curiosas se interponían entre su bata y su piel. Fuertes, dedos largos, piel cálida. Recorrían su cuerpo con dulzura, explorándola entera, acercando su propio cuerpo al de ella, haciéndola suspirar, extraviándola en un mar de sensaciones.

La bata cayó al piso, al igual que su voluntad. El contacto se hacía más intenso, las palabras en apasionado susurro llegaban a su oído como una grabación que se repetía una y otra vez. Abrió la boca y un gemido nació de su garganta, mientras su rostro de niña delataba una mueca de placer que la hacían ver como una verdadera mujer. Su blanca piel destacaba con la luz de la luna que se filtraba entre las cortinas, haciéndola brillar con las perladas gotas de sudor que cubrían su cuerpo.

El ritmo, la tensión, el ardor, la pasión. Todos aumentaron a un tiempo. Su mente terminó de perderse y su cuerpo solamente era consciente de ese temblor de placer. Con la intensidad sus piernas perdieron el equilibrio y trató de sostenerse para no caer. Pero sus manos solamente hallaron un espejo y con él se vino abajo completamente. El estrépito sonoro la devolvió a la realidad. Sintió frío y calidez al mismo tiempo. Dureza y suavidad a la vez.  El piso que hacía estremecer su cuerpo. Un líquido rojo que se sentía cálido. Se encontró con su reflejo en los trozos del espejo roto. Se encontró con su mueca de estupor, con su mirada de angustia.

Se encontró con que su soledad era lo único que había estado siempre presente. Que todo había estado siempre en su mente.

13 de octubre de 2010

Verdadera mentira... Mentirosa verdad.

Quiso cantar, cantar
para olvidar
su verdadera vida de mentiras
y recordar
su mentirosa vida de verdades. 

Epitafio - Octavio Paz.



Una mentira que se escurre en la carne,
se siente como una suave caricia,
como un afecto tierno y sincero que se apasiona al contacto.
Un beso que busca saciarse en la lujuria de un oscuro deseo.
La sed que arde, el ansia que mata de a poco, la agonía que infecta a un alma solitaria.


Una mentira que se traspasa de boca en boca,
de corazón en corazón, de alma en alma.
Una ilusión que mueve cielos, mares y montañas.
Un anhelo que no es más que eso... un ANHELO.
El ansia, la fe, la esperanza.
La ingenuidad, la felicidad, el amor...


Una verdad que palpita letárgicamente en la mente.
Que da puntadas de dolor en el pecho.
Que asa a fuego lento la piel que arde por un deseo insaciable.
Una verdad que envuelve una mentira, que alimenta una ilusión.
Que mata poco a poco a un espíritu solitario.


¿Un problema?
¿Una solución?
¿Demasiado amor?
¿Demasiada ansia?
¿Demasiada soledad...?
¿Demasiada carne, demasiadas palabras lindas?
¿Demasiados espíritus anhelantes de amor?
¿Demasiado febriles por un latir y un "te quiero"?


Tanto amor
puede matar
puede enloquecer
puede sanar
puede resucitar
puede ser lo más bello
puede ser lo más doloroso
puede ser uno solo
puede ser de muchos otros en simultáneo.
Pero nunca puede ser nada.
Nunca puede ser nada...


Pero quiero un segundo que sea solo mío.
Un segundo egoísta que me haga sentir única.
No espinas
No especulaciones
Un segundo auténtico
Que se congele en el infinito universo del amor en mi corazón...

6 de octubre de 2010

Pálidas huellas

PALE TRACES


Cuando... cuándo perdiste la sonrisa?
Desde que vi tu mirada triste por vez primera.
Desde que escuché tu dulce voz.
Desde que te sentí tan cercano en la distancia.
El misterio siempre fue un tácito presente.

Recorres tu sendero tratado de reencontrar los trozos de tu alma.
Melancolía siempre en tu mirada.
Una sonrisa triste.
Te miré y desee verte sonreír de felicidad,
al menos relajado, en paz contigo.
Es mi misión tácita
mientras espero que el largo invierno termine algún día.. o contigo.

Trozos pálidos de un amor que juega a reinventarse entre nosotros.
Mientras sostengo tu cabeza sobre mi pecho.
Mientras suspiras cansado y luchas contigo mismo.
Una caricia que a pesar de la distancia no se pierde,
pero que queda corta en anhelo... que deseamos hacerla real.

Cuándo.. cuándo recuperarás la sonrisa?
Podría yo lograr que la recuperes?
El invierno más frío no puede congelar tu corazón.
En el silencio de la noche oigo la nota perfecta.
Te oigo llamar mi nombre.

Sonríes.
Sonrío.

Let me hold you for a moment