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15 de junio de 2014

Nuestro exquisito cadáver

Quiero dar un paseo durante la noche en una ciudad medieval pero no encuentro un mendigo que oficie de guía, hasta que me topé con un volante que decía que era el día libre de los mendigos-guias turística. Entonces pensé que podría pedirle a cualquier doncella que pasara, pero las calles iluminadas por antorchas estaban frías y vacías. Quizá no fuera tan fácil después de todo, quizá fuera mejor pasear solo. Ahora que lo pienso, desde un principio me apetecía pasear solo, pero me confundí al estar pensando en alguien que extrañaba preguntándome si me extrañaba también o solo era yo el que vagando la pensaba. Así que decidí dejar que mis pies tomen cualquier rumbo mientras en mi mente me acompañaba el recuerdo de esa persona. Descubrí entonces lo maravilloso de tal recuerdo y la razón de su esplendor... y así, a pesar de la fría noche y mi palpable soledad, pude sentir una calidez en mi interior y sonreí.

Seguí vagando con mi mente y mis pies hasta una puerta negra, era de madera maciza y muy antigua. Alcé la vista y vi unos grandes arcos sobre mi cabeza. Era un rincón muy acogedor pero algo me hacia desconfiar de ese confortable sitio para detenerme a descansar. Cuando estaba a punto de dar la vuelta y retroceder, la puerta se abrió con un chirrido que me sorprendió, y pude ver la luz cálida que se escapaba del interior. Dentro había sólo una mesa de madera bastante rancia y detrás un extraño. Era un anciano con ropas viejas y llena de remiendos. Sus ojillos brillaban y me miraban de manera extraña. En esos ojos podía ver rastros de los antiguos siglos, como si cargara con una pena cósmica.

"Queréis acompañarme en mi cena de esta noche ?" habló el anciano. Sólo entonces me percaté de que había estado conteniendo el aliento.

"Milord es muy amable" -dije como pude- "pero estoy seguro de que interrumpo su velada solitaria"

"Al contrario. Os esperaba. Desde siempre" me respondió misterioso.

"¿Desde siempre?" articulaba las palabras con gran dificultad. "Como que desde siempre?"

"Es lógico que no recuerdes. Pero ven, acompañadme y quizá entendáis el significado de mis palabras"

Me condujo a través de una escalera de caracol que al principio no note, a través de varios túneles también, en los que había ventanas. Pero estas ventanas no mostraban el exterior, sino que a través de cada una se veía un espacio diferente y aparentemente muy lejano, casi como si cada ventana fuera un mundo. En las ventanas veía rostros que por momentos se me hacían conocidos, y paisajes bellísimos que hacían que mi mente deseara perderse en ellos. Mientras, mi cuerpo, como autómata, seguía al anciano a través de los túneles. "Qué son esas ventanas?" pregunté, pero el anciano no respondió y siguió marchando.

Lo seguí a el hasta el final, donde el túnel por el que íbamos se bifucarba. Parecía estar dudando del camino a seguir. Entonces pareció tomar una decisión. Se irguió un poco y solo entonces noté lo pequeño que era. Sin embargo, a mi me parecía alguien imponente. Dio media vuelta y me miró directamente a los ojos. "Elegid el camino", me dijo. Como elegiría si no se adonde lleva? me preguntaba. Entonces vi algo fantástico. Vi, por un segundo, en un camino, el reflejo de aquella persona en la cual pensaba. Mis pies se movieron automáticamente hacia ahí y de pronto me detuve, dándome cuenta de mi movimiento. El anciano sonrió y susurró. "La izquierda entonces. El camino del corazón"

Pero algo en su sonrisa me golpeo. En su sonrisa había mezcla con dolor. Comprendí que sufría, sufría por algo y esperaba que yo le quitase ese sufrimiento. Fue entonces cuando supe que había en el túnel de la derecha. Estaba allí lo que le quitaría la pena a aquel anciano. Estaba allí el motivo por el cual me había traído hasta aquí. Sentí un frío escozor en la espalda mientras dimensionaba lo que significaba quitarle su dolor al anciano. Debía renunciar yo a algo. No era casualidad que me encontrara pensando en esa persona. No era casualidad que la hubiera visto a la izquierda. Ese túnel reflejó el deseo mas grande de mi corazón, Pero el otro era el reflejo de lo que yo no tendría por darlo.

Miré al anciano, que aún me contemplaba silenciosamente. Suspiré y sentí mi corazón acelerarse. Vi en mi mente aquella sonrisa que me provocaba gran alegría, que le daba paz a mi corazón y me hacía sentir calidez aún en la noche más fría. Yo ya tuve una sonrisa, yo ya tuve la paz que necesite en mi vida. Opte por el camino de la derecha. Opte por ver a alguien tan feliz como yo lo fui. caminé al frente y el anciano me siguió. Sus ojos se ensombrecieron ligeramente, pero su sonrisa no se había borrado.

17 de mayo de 2014

Yo veo

Tan oscuros tus ojos que están llenos de luz.
Los velos danzan y la llama parpadea.
Has dejado que los miedos bailen en tus pestañas,
las sombras no tienen restricciones y cantas.
Cantas tu olvido y lloras la incertidumbre.
pero yo sigo viendo luz en tu insondable oscuridad.


16 de agosto de 2011

Step One.

Cuando el ruido asciende y el susurro muere
cierro los ojos y me pierdo en mi
la oscuridad es entonces el camino más claro,
la luz del sol daña mis sentidos
y en el vórtice de desequilibrio interior
encuentro mi piedra firme,
encuentro la medicina perfecta.

Perdida en esta ciudad gris
con ese algo inentendible que no logro descubrir qué es,
mi centro se desplaza a un costado,
mi todo se disuelve,
una nada sólida me envuelve.

AUXILIO.

29 de enero de 2011

En busca del cielo - Cuento corto

"Allí en lo alto, donde brilla el cielo en la oscura noche. Donde el único sonido audible es el rugido de la madre. Allí me encontrarás."

Entonces cerraste los ojos. Y yo abrí los míos. Confusa en mi inocencia, te vi alejarte. Quise seguirte pero ella me abrazó. Lloraba y susurraba tu nombre. Tus enigmáticas palabras resonaban en mi cabeza y no entendía esa enorme sensación de vacío. No entendía el dolor. Sólo era capaz de entender tus brazos rodeándome con fuerza, jugando con mi cabello y riendo con las cosquillas que mis manitas te provocaban.

Salíamos en la noche y dormíamos en el bosque. Me enseñaste los curiosos nombres de las estrellas y se convirtieron en mis guías. El cielo nocturno cubierto de estrellas se transformó en el lienzo donde dibujábamos nuestros sueños, el escenario donde todo era posible. Y una noche en que paseábamos por un lugar muy alto, vimos brillar el cielo a lo lejos. Sonreías y la mirada se te extraviaba. Siempre deseabas tocar el cielo. Anhelabas habitar entre las nubes y poder tocar las estrellas. Vi admiración en tus ojos y aprendí a maravillarme con el cielo infinito que nos echa encima su furia.

Los árboles parecían a punto de ser desprendidos del suelo y se doblaban casi hasta tocar la tierra. Las gotas frías mojaban mi carita tensa, lo único cálido era tu mano aferrando fuertemente la mía, arrastrándome por el oscuro e inquieto bosque, buscando refugio de la ira de la madre. En una cueva oscura nos protegimos. Lloraba por el miedo, por la confusión. Pero tu sonreías. Mirabas la tormenta embelesado, ausente de todo. Me estrechabas con fuerza entre tus brazos, y mirando tu rostro relajado me dormí.

Todo mi miedo volvió cuando ella te gritaba. Te regañaba cruelmente y tú sólo atinabas a bajar la mirada. A veces hablabas lentamente, pero sólo lograbas que ella se enfurezca más. Yo podía llegar a adorar toda la furia de la madre, pero la de ella jamás. Su furia era crueldad. Era el miedo que provocaba en mi. Era la angustia que cargabas en tu rostro.

Y un día, me dijiste esas palabras que nunca dejé de oír en mi mente. Nunca volvía a saber de ti. Un día, decidí dejar mi existencia estática y comencé a buscarte.Allí donde la tierra parecía unirse con el cielo. En ese infinito e inalcanzable horizonte. Donde las montañas se pavoneaban entre las nubes. Veía el cielo estrellado brillar orgulloso, pero la madre siempre estaba calma. Una y otra vez mis solitarias noches se repetían, pero yo no lograda dar contigo. No lograba dar con la paz.

Un frío día, cerca de una blanca y muy alta montaña, vi una tormenta aproximarse. A salvo en una cálida posada, vi un brillo diferente en la eterna noche. Recordé ese día contigo en el bosque. Las estrellas se ocultaban temerosas y la tempestad oscurecía el cielo. La madre rugía y sus gritos resonaban en el cielo, el cielo brillaba con sus latigazos. Ante su imponente furia, todos se encogían de terror. Pero en medio de ese caos, yo sentí alivio. En la oscura habitación, iluminada por la furia de la noche, comprendí al fin tus palabras.

Fui sola, ya que nadie se atrevió a acompañarme. Me dijeron cosas desagradables a las que hice oídos sordos. Tomé mi mochila y fui a buscarte allá en lo alto, donde brillaba el cielo en la oscura noche. Donde el único sonido audible era el rugido de la madre. Allí te encontraría.

Sufrí en el ascenso, pero la recompensa merecía eso y mucho más. Agotada, con el frío calándome hasta los huesos y arrastrándome en la nieve bajo la furiosa tempestad, llegué junto a un solitario árbol que exhibía sus ramas desnudas junto a unas piedras que formaban una pequeña cueva. Mis gemidos enmudecían ante el rugido de la madre y las luces estaban cerca, demasiado cerca. Me debilitaba cada vez más y decidí descansar. Allí, en medio del caos, desfalleciendo por mi intrepidez, sentí la paz que toda mi vida había buscado.

Acurrucándome en la cueva con una débil sonrisa en los labios, sentí algo puntiagudo que sobresalía de la nieve. Con las pocas fuerzas que me quedaban desenterré. Era una caja de metal, que contenía papeles y algunos objetos pequeños. Entre las luces intermitentes reconocí tus trazos. La madre me iluminaba y pude leer tus palabras. Lloré por vez primera desde que te marchaste. Finalmente te había encontrado. Cerrando los ojos, sonriendo de felicidad, dejé que la madre me envolviera en su eterna caricia.


4 de septiembre de 2010

Hoy te liberé

Siempre me vi las manos manchadas
y a mi corazón reposando en ellas.
Me perdía en su latir a veces acompasado
a veces arrítmico
como funcionando mal.
Sentía mis labios y degustaba un sabor amargo
que en lo profundo me llenaba de dulzura.
Mientras las memorias me envolvían
con un velo de ensoñación
el regocijo regresaba una vez más.

Siempre me veía cautiva en mi misma.
Pero un día te vi a ti.
Una mirada.
Me golpeaste con su intensidad.
Me conmoviste con tu odio.
Toqué mi corazón y lo sentí de piedra.

De pronto volvieron a mí memorias que no me pertenecían.
Sonrisas robadas que no eran reales.
Una caricia frustrada que se perdía en la lejanía.
Las ansias de escuchar una voz que nunca sonó.
De leer unas palabras que nunca llegaron.

Mientras nos mirábamos y las ilusiones regresaban.
Envolvían nuestras sonrisas las falsas convicciones.
Pero la bruma se disipó.
Y no nos reconocimos.
Nos odiamos.
Nos perdimos mutuamente y asesinamos los recuerdos.

Hoy te vi
y me di cuenta de que nunca antes te había visto.
Hoy me mostraste tu corazón cautivo
que tanto tiempo retorcí entre mis manos
mientras la sangre brotaba
y dejaba una mancha perenne.
Hoy me mostraste tu resentimiento.
Hoy me mostraste la manera en que te maté.

Hoy nos perdimos en un recuerdo que nunca existió.


Hoy te liberé.
Aunque nunca vuelvas a leerme.
Aunque nunca puedas verme realmente.